La próxima vez que abras los ojos, el mundo tal vez haya cambiado…
La rueda dentada.
Poco a poco…, poco a poco.
Empezó a crujir.
Poco a poco… La rueda dentada comenzó a moverse.
Ella soñaba sin soñar. Veía, pero sólo a la oscuridad. Se sentía perdida en algún extraño y misterioso lugar, en la nada, mas no era así… una mano fría y familiar le acarició la mejilla, lo único que podía sentir.
Era William.
– Por favor, Isabel, reacciona – dijo, su tono era suplicante – por favor, ¡Dios, reacciona!
Lloraba, suplicaba para que despertara… ¿Por qué no puede abrir los ojos?, ¿Por qué no puede?, ¡Necesitaba verlo, saber que estaba bien, verle a la cara!, ¡Pero no podía! Estaba atrapada por una especie de maleficio, ¿Y si nunca hubiera pudiera abrir los ojos?, ¿Si jamás podría volver a moverse?
No, una y mil veces no.
De alguna forma logró abrir las dos cortinas de hierro que eran sus parpados. Y lo primero que vio fue el rostro, tan triste, tan preocupado y de repente tan feliz, de William. Sus ojos, rojos como la sangre, la miraron al borde de las lágrimas. Isabel le dio una rápida mirada al lugar donde se encontraba.
Tan sólo podía ver por encima del hombro de William una que otra pared a medio demoler, suelos opacos y llenos de polvo, una lejana ventana sin cristales ni marco que dejaba entrar la vista del bosque y el horizonte, todavía en la oscuridad. Una especie de estancia decadente y en un estado de abandono casi total.
Se intentó incorporar, pero William le retuvo. Había estado dormida sobre una especie de taburete o lecho de madera o de un material parecido, la chaqueta de William, ya poco menos que un harapo, le servía de cobija. Ella estiró la mano y acarició el frío rostro de William. Él apretó su mano contra la mejilla y cerró los ojos.
– No pongas esa cara, nos es como si hubiera muerto… todavía – susurró Isabel. Y en respuesta William tan solo cerró con más fuerza los ojos con un ligero ceño fruncido al tiempo que sostenía la mano de ella en su mejilla.
– Esto no es un juego, Isabel, poco y ni la contamos esta vez – dijo William tomando entre sus manos la de Isabel y colgándola sobre el regazo de ella – ¿acaso no comprendes que estamos vivos de milagro?
– Yo estoy viva, tú por otro lado… – pero dejó la frase a medias al ver la cara de William – lo siento, solo quería…
– Lo sé – le interrumpió William –. Aunque no creas que te perdonare tan fácil como crees.
Sin más William se acercó a ella, y acurrucándose a su lado, colocó la cabeza en el pecho de Isabel con cuidado y cierta ternura que hizo que Isabel se sonrojara al tiempo que recostaba las manos sobra el largo y espesó cabello de William, quien cerró los ojos. Casi parecía dormido.
– ¿William?
– Tan solo déjame quedar así hasta que llegue el amanecer, únicamente te pido eso – agregó William entre susurros –, quiero pensar que los pocos minutos que faltan para que salga el sol son en realidad horas o que, simplemente, el tiempo se ha detenido por siempre… por favor, no rompas esta inocente ilusión. Es lo único que te pido…
Luego, silencio. Isabel le molestaba ruborizarse de esa manera tan infantil, por suerte él no podía verle el rostro. Acariciaba el cabello de William con los dedos mientras el tiempo pasaba, desde la ventana se metían tímidamente los indicios del sol dorado.
– Descuida… todo estará bien – susurró Isabel en tono casi maternal.
De repente William, como si hubiera despertado de una terrible pesadilla, se apartó de ella y se fue al otro extremo de la habitación caminando de espaldas. Isabel miró anonadada como, de sus ojos escarlatas, brotaban las lágrimas de sangre. Pero su rostro no mostraba la menor de las emociones. Llegó hasta la ventana mirándole con los ojos confundidos, como si estuviera mirando a una extraña, como si Isabel fuera una completa desconocida para él.
– ¿Qué ocurre, William? – preguntó Isabel medio asustada, medio confundida.
Este se dio la vuelta y sin más golpeó uno de los muros a medio derruir con el puño, con tanta fuerza, que este cedió como si nada. Escombros y polvo volaron y el sol empezó a meterse por aquel nuevo boquete. Isabel se asustó e incorporó por pura voluntad. Cuando William se volteó unos endebles rayos de sol penetraron en el lugar, iluminando apenas la espalda de William. Pero provocando que sus ojos se hicieran oscuros y que sus sollozos dejaran de ser de sangre, para pasar a ser de simples lágrimas que enjugaron las anteriores.
– ¿Acaso no lo entiendes, Isabel? – preguntó un William completamente fuera de sí – ¡nada va a estar bien, nada será como era antes, nunca podremos darle la espalda a esto!, ¡Maldita sea!, no tenemos hacia donde ir, ni lugar en el cual escondernos. No podemos confiar en nadie. Ahora no somos buscados por un cazador insistente, somos perseguidos por todo el mundo de los seres de la noche. Ahora el sol es nuestro único aliado.
Ambos se quedaron en silencio, mirándose fijamente. William caminó hacia ella, alejándose de la luz, volviendo a teñir sus ojos de escarlata, pero ya no lloraba más. Se enjugó la mezcolanza de lágrimas y sangre con el puño de la camisa sin decir nada en lo absoluto.
– Eso no es lo que en realidad te preocupa, ¿cierto? – preguntó Isabel por lo bajo, provocando que William se diera la vuelta para no mirarla. Con cada suspiró el sol tomaba más protagonismo en el cielo que se aclaraba –. Si tienes algo más que decir, cualquier cosa, por favor, dilo. Prometimos que no habría más misterios, ¿recuerdas? – agregó, su voz no proyectaba exigencia alguna, sino más bien una petición sincera y desesperada por la verdad.
– No logró comprenderlo, es sólo eso, no puedo entender todo esto que nos esta pasando – contestó William luego de una larga pausa, pausa que a Isabel se le hizo eterna.
– ¿De qué estas hablando?
William se dio la vuelta con violencia y se acercó a Isabel hasta poco más de un metro y medio de distancia, como si una barrera invisible no le permitiría acercarse más.
– ¡Mírame! – exclamó él –. Se supone que soy una criatura despreciable: Debería de estar muerto, no tendría que existir, deberías de odiarme, detestar la cosa antinatural y monstruosa que soy. Hecho de la misma magia y sangre de los demás vampiros, una cosa fuera de las leyes de la naturaleza.
>> Todo seria más fácil si no estuviera condenado a esta imitación burda de la vida, si estuviera muerto; si en realidad me odiaras… Todo hubiera sido mejor si nunca nos hubiéramos conocido.
Isabel no podía creer lo que William decía.
– ¿Por qué hablas así, qué te hace querer hacerte daño de esa manera tan cruel? – preguntó exaltada pero a la vez triste. Se acercó a William. El sol empezaba a levantarse en el horizonte, bañando con su escasa luz la ruinosa estancia – ¿Por qué hubiera sido mejor el no habernos conocido?
Pero él no le respondió, sólo se limitó a desviar la mirada para no verla a los ojos. El silencio los envolvió, pero Isabel no se dejó intimidar por él, de manera que se acercó más a William, quedando uno al frente del otro. Ella, despacio y con un tímido escrúpulo, puso las manos a ambos lados del rostro de William, quien solo frunció el ceño. Luego le obligó a encararla, muy lentamente sus ojos se encontraron. Ojos rojos y tristes. Eso fue lo que vio Isabel, únicamente rojos y tristes.
– Por qué sería mejor que nunca nos hubiéramos conocido – volvió a preguntar ella, pero esta vez con un hilo de voz suave y suplicante.
– Porque cada vez que te veo siento como a mí regresa aquella humanidad que perdí la noche en que me hice vampiro, la noche en que me convertí en al presa de esta maldición de la sangre, y eso me duele – contestó William mirando con intensidad a los ojos castaños de Isabel –. Me duele más de lo que te puedes imaginar, ¡justo aquí! – agregó tomando la mano de Isabel y poniéndola sobre su pecho, para que pudiera sentir el frío de su pecho y el silencio de su corazón muerto.
>> No puedo detener ni dominar esta opresión que me tortura y que apenas me deja dormir. Necesito una respuestas para esto que siento… ¡Tan sólo mira las estupideces que estoy diciendo!
William bajó la mirada hacia el suelo y no dijo nada más. Isabel, con la mano derecha aún en la mejilla de William le forzó a volver a mirarla. El frío del cuerpo de él no le molestaba, todo lo contrario. Ella le acarició la mejilla con el pulgar y dijo:
– Son todo menos estupideces, William. No sé que vez cuando te paras frente al espejo, pero te diré que es lo que yo veo.
En ese instante la luz insidió en William. Sus ojos perdieron todo su tono sobrenatural y se hicieron otra vez de color negro, ojos tan humanos y profundos como los de cualquier otra persona.
– Si pudieras verte, escuchar tu voz, sentir la profundidad de tu mirada no verías en absoluto oscuridad. Verías un fulgor especial en ti, resplandor que es tuyo y de nadie más. Mortecina, si, pero la luz y una fuerza, que va más allá de todo lo que se te enfrenta, se conjuntan en ti en un millar de formas distintas.
William escuchó impasible las palabras apasionadas de Isabel, luego contestó secamente:
– Ese es justamente le problema – entonces apartó las manos de Isabel de él – ¿Cómo quieres que pierda las esperanzas de que esto que siento sea alguna vez correspondido si hablas, con esas palabras tan bellas, de mí?
Isabel se quedó en silencio, las palabras de William la sorprendieron. Miro a William a los ojos y no encontró nada más que una frase congelada en el tiempo, esa era la causa de su tristeza: El saber que, a pesar de lo que sentía por ella, eso nunca podría pasar. Por más trillado o gastado que sonará, esa era la verdad que lo atormentaba. Era imposible…
Isabel se dejó llevar por una abrupta emoción que la embargó y llenó en su totalidad. Rodeó el cuello de William con los brazos y, en un impulso que no puede considerarse como tal, lo besó en los labios.
William, al ser tomado por sorpresa, al principio se quedó inmóvil, pero luego le contestó el beso. Puso las manos en la cintura de Isabel. Y por el simple deseo terminó levantándola del suelo. Sus labios, unos fríos y otros por el contrario tibios, se acariciaban, conocían y exploraban con pasión.
Él la llevó hacia el improvisado lecho de madera, sin separar nunca sus labios. Isabel y William se dejaron caer en su rinconcito alejado del sol del amanecer. Isabel se apretó contra el cuerpo de William, quien dejó de besarla y empezó a deslizar los labios por la mejilla de Isabel para ir bajando hacia su cuello.
Ese cuerpo frío la acariciaba con ansia y sin reprimirse en ninguno de sus deseos, los deseos de ambos. Isabel le desabrochó los botones de la camisa, pero un dolor repentino y penetrante la aturdió, como una sinfonía, pero que en vez de notas tenía sufrimiento.
Él la estaba mordiendo…
El dolor se fue tan pronto como llegó, los colmillos penetraron su cuello y llegaron a la yugular. Y los colmillos la enviaron a un universo irreal, casi onírico; sin sensaciones, sólo recuerdos.
Mi nombre es William Knight.
¿Entonces qué eres?
Un vampiro.
El frío, un frío que se disipaba le oprimía el pecho. Las imágenes corrían por su mente… ¿con que esto era ver pasar la vida ante tus ojos? Casi podía sentir como se le escapaba la vida junto con la sangre por la herida en su cuello. Él la estaba matando. Cansada, se sentía muy cansada. Sólo quería dormir.
No sabes quien soy en verdad. Cientos de personas han muerto por mi culpa, y lo más seguro es que muchas más mueran, no soy ni seré lo que tú crees. Soy un monstruo… ¡Soy un vampiro!
El tiempo…
¿Qué es el tiempo?
¿Qué puede significar el tiempo para alguien al borde de la muerte?, nada. Eso es lo que significa para ella el tiempo, la nada. O por lo menos en sus recuerdos el tiempo es nada y es todo, porque el lo que le queda en este mundo se rige por un tiempo que esta por agotarse. Su mente, quizás refugiándose del dolor o quizás sólo recordando los momentos memorables con William, la transportó a aquella ya lejana noche en la mansión de Gabriel. Con William frente al piano e interpretando hermosa música… su canción favorita.
¿Cómo se llama esta canción?
“Sonata para piano número 14”, mejor conocida como Claro de Luna, compuesta por Beethoven… ¿sabes su historia?
Un día Beethoven, en su época más sombría conoció, siendo el sordo a una hermosa jovencita ciega… por cierto que se parecería mucha ti.
¿Parecida a mí?
Si, muy parecida, casi idéntica, pero déjame terminar. Un día la jovencita le dijo al maestro: “Yo daría lo que fuera por ver una noche de luna”. Y el maestro, conmovido hasta las lagrimas, no supo como contestarle a la jovencita de otra forma que no fuera componiendo esta hermosa sonata… el cariño y amor que sentía Beethoven por aquella joven ciega fue lo que le impulsó a escribir esta canción… una de mis historias favoritas.
Un leve murmullo, poco más que un par de pasos en la lejanía, eso y nada más. Era por sangre, todo era por sangre… que deprimente se muestra la vida cuando se reduce a un factor tan insignificante como ese: sangre. Él la amaba, y ella lo sabía, pero no pudo luchar contra la tentación de su sangre.
La presión contra su pecho y el frío se fueron. Intentó abrir los ojos… unas figuras borrosas se movían y retorcían, ¿era un lobo? Si, un lobo. La segunda figura se fue, espantada y derrotada. Y el lobo se acercó hacia ella.
¿Cómo era posible?
Ya no era un lobo. Se había convertido en un hombre alto, de largo cabello oscuro y ojos de ámbar.
Soy un monstruo…
– Descuida, ese vampiro ya no te hará daño más – dijo ese hombre o lobo o lo que sea.
Unas manos, manos humanas y templadas, tocaron su rostro. Pero ya no podía sentir nada, sólo frío, el frío de la muerte. Sus parpados se cerraban… ¡oh!, que cansada estaba, muy, muy cansada. Sólo quería dormir… y antes de caer en un sueño profundo recordó una frase que le vino a la mente como si nada…
La próxima vez que abras los ojos, el mundo tal vez haya cambiado…
Y entonces cerró los ojos, pero no para siempre. Y ella, fue envuelta en una red de sueños radiantes.
¡Soy un vampiro!
FIN
9.11h
12 de agosto de 2010
Quizá otro cantará con mejor pluma
Ezio Montage de Fierenze
15 agosto, 2010
MAGISTRAL…no se le puede describir de otra manera y Hector llegó al final, su primer beso, la tentacion… Guillermo lo has hecho una vez mas, has producido algo simplemente asombroso
Guillermo Salazar
15 agosto, 2010
No sabes lo que eso significa para un megalomano narcisista escritor, osea para mi…. Gratzie Mile
Ezio Montage de Fierenze
15 agosto, 2010
JAJA creeme si lo sé 😉
Guillermo Salazar
15 agosto, 2010
MEnos mal que si
arwenhp
15 agosto, 2010
me lloro simplemnte genial, pero q buen final, creo q es uno de los mejores capis en serio, al final william ya no aguanto mas el no poder tomar su sangre T_T, y llego hector y la salvo antes de q la matara, waaaaaaa en serio me encanto y ahora nos vamos con el diario del licantropo!!!!!
Guillermo Salazar
15 agosto, 2010
Como ha pasado el tiempo… gracias por seguirme desde el principio y todo esto que ves es mas culpa tuya que mia….
CULPEN A ARWEN POR MIS LOCURAS!!!!!!!!!!!!!
Iscquie
15 agosto, 2010
SIIIIIIIIIIIII! VENGO CALLADO DESDE HACE MUCHO TIEMPO SIN COMENTAR NI UN SOLO BLOG! VOY A SEGUIR ASÍ POR MUCHO MAS PERO INTERRUMPO MI SILENCIO PARA DAR TALVEZ MI ULTIMO COMENTARIO A TI GUILLERMO.
GRACIAS POR HACERNOS LLLEGAR HASTA EL FINAL…
Iscquie.
Guillermo Salazar
15 agosto, 2010
¿Pues que pasó que hiciste voto de silencio?
Y te debo de agregar que este es solo el comienzo, no un final…
Iscquie
16 agosto, 2010
Eso es cosa de angeles y no de demonios, mi fiel compañero.
Distiontos planes para un mismo objetivo…
…
El ángel vuelve a las nubes. Mirenlo bien que talvez no vuelva en mucho…
Iscquie
16 agosto, 2010
Estoy bromeando. Exactamente no me gustaría decir par aque me fui, ya que arruinaría la sorpresa, pero algo que si fue es porque me decidí a escribir ua historia propia y no un fanfic para ir publicando día a dia sin retrasos ni cosa por el estilo.
El blog aún no está ni diseñado pero muy pronto. Cuando mi silencio acabe, empezaré a hablar y publicar.
Mientras tanto podrías poner el banner de mi blog aquí? soy molesto ya lo sé.
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Iscquie
16 agosto, 2010
http://anskylive.wordpress.com
Guillermo Salazar
16 agosto, 2010
No es ni el mas minimo de los problemas… solo date prisa para hablar de la apetura oficial de tu blog…
Angeles o demonios, ambos son la misma cosa, pero que tomaron caminos diferentes por la descicion de a quien seguir
Iscquie
17 agosto, 2010
okaa
nbp1
16 agosto, 2010
A ver…
– ¿William?
– Tan solo déjame quedar así hasta que llegue el amanecer, únicamente te pido eso – agregó William entre susurros –, quiero pensar que los pocos minutos que faltan para que salga el sol son en realidad horas o que, simplemente, el tiempo se ha detenido por siempre… por favor, no rompas esta inocente ilusión. Es lo único que te pido…
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Precioso, muy romántico.
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Isabel se quedó en silencio, las palabras de William la sorprendieron. Miro a William a los ojos y no encontró nada más que una frase congelada en el tiempo, esa era la causa de su tristeza: El saber que, a pesar de lo que sentía por ella, eso nunca podría pasar. Por más trillado o gastado que sonará, esa era la verdad que lo atormentaba. Era imposible…
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Nada más que una frase congelada en el tiempo… ¡¡¡MAGISTRAL!!!
Claro…son los ojos de un vampiro después de todo.
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Ese cuerpo frío la acariciaba con ansia y sin reprimirse en ninguno de sus deseos, los deseos de ambos. Isabel le desabrochó los botones de la camisa, pero un dolor repentino y penetrante la aturdió, como una sinfonía, pero que en vez de notas tenía sufrimiento.
Él la estaba mordiendo…
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Acostumbrada quizás a un tiempo más «adaggio», en lo que a «entregas» se refiere, me sobresalté ante la velocidad de vértigo:
1. Me gustó la descripción del beso, es «bonita». Suave y fuerte a la vez. Pasional.
(Nota: Ella no podía desabotonarle la camisa, ya que ésta fungía las veces de manta y
debería estar en la cama).
2. Me gustó la descripción de la «vida ante los ojos»…
3. Debo decir que tu interpretación de la «leyenda» de «Claro de Luna» (de Bethoven), me parece
más romántica…Me encantó.
Por cierto, me gusta el que al incluir música, sea de piano, ya que obviamente, hace referencia a la «edad» de los protagonistas. Edward por ejemplo, tocaba para Bella muy seguido Claro de Luna, aunque de Debbusy. ¡¡¡Y NO TE ATRAGANTESSSSSSSSSSSSSSSSS….QUE YA SABES QUE EN MIS LABIOS ES UN CUMPLIDOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Y hablando de atragantarte…te mato como hagas que William se largue y la deje sola, porque esté demasiado horrorizado ante lo que hizo (morderla) y que en ese largo tiempo, Isabel se enamore de Héctor. ¿Qué no aprendiste nada con «Luna Nueva»? No se debe dejar a quien se ama que se lama las heridas SOLOOOOOOOOOO.
Espero que regrese lleno de muchos remordimientos pero seguro de su amor por Isabel y que Héctor, de una, sepa que encontró.
Por otro lado, me gusta que la haya mordido…pero espero que no la haya convertido (aunque creo ¿la convirtió? al final). Sería interesantísimo, verlos como trío, pero de incondicionales contra el mundo…UN VAMPIRO, UN HOMBRE LOBO Y UNA HUMANA.
OTRA VEZ: FELIZ CUMPLEAÑOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Guillermo Salazar
16 agosto, 2010
Gracias por tu, digamos muy amable y condecendiente comentario, pero estoy seguro que no es para tanto.
POr otro lado… bueno, no me acuerdo que Edward le tocara a Bella otra cosa que la Nana, como si fuera la niña que debe de cuidar mientras llegan sus papas de trabajo.
Va a haber un poco de todo… quizas el triangulo a moroso, algo de abandono y una pizca de celos y demás… pero como yo no soy fanatico de esos cliches, bueno habra algo que hacer…
Y claro que todo lo que has dicho lo tome como un poco merecido cumplido…
Gracias por todo
nbp1
17 agosto, 2010
Me alegro mucho que así lo haya tomado.
Debussy es uno de los compositores que más les gustan a ambos, si mal no recuerdo y Claro de Luna es una de las canciones que tocaba Edward en el piano y que también grabó en el cd que le regaló a Bella por su cumpleaños.
Guillermo Salazar
17 agosto, 2010
Sigo diciendo que era nana… pero eso no viene al caso.
YO puse las escenas con piano porque… en un intento de ser mas colosal de lo que se puede estuve unos meses practicando piano y Claro de Luna de Betoven era una de mis canciones favoritas y que estaba aprendiendo… pero es evidente que yo la tocaba horrible
nbp1
18 agosto, 2010
waoooo, ¡¡¡muy bien!!!
Nunca aprendí a tocar ningún instrumento. En el cole, era buena con el voley aunque de vez en cuando me llamaba la música e iba a los talleres de esa especilidad sólo para escuchar.
¡¡¡Debe ser grandioso tocar algún instrumento!!!
Guillermo Salazar
18 agosto, 2010
Dije aprendiendo, no que aprendí…
Paara ser franco, parecía un gorila intentando pisar una cucaracha… XD