Capítulo XV: Ahora te toca a tí

Posted on 18 enero, 2010

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– Creo que mejor me voy a dormir – dice soñolienta Isabel poco después de terminar su Hamburguesa, se tapa con la mano la boca trabada en el gesto de un gran bostezo.

– Me parece bien – dice William que parece tan fresco como una lechuga. Ahora viéndolo en perspectiva Isabel nunca ha visto a William ni cansado, ni agotado, ni siquiera molesto de verdad. Para con ella el vampiro siempre ha tenido una imagen de caballero de brillante armadura seguro y galante…. Personalidad que le parecía atractiva y molesta por la misma razón: es demasiado perfecto.

– ¿Cuál es nuestra habitación? –pregunta Isabel echando para atrás su silla antes de levantarse. William con velocidad se levanta imitando a la muchacha, de seguro parte de la refinada y algo pomposa galantería británica.

– La… numero… – balbucea William al meter la mano en su bolsillo para luego sacarla asiendo una llave unida por el llavero a un diamante de plástico naranja – quinientos tres. Vamos.

William le ofrece su brazo a Isabel que se iza de el cubriendo otro gran bostezo. Ambos salen del restaurante y legan a un largo pasillo lleno de puertas con números.

– Podría jurar que ese cocinero le puso somnífero a mi comida – dice Isabel con los ojos llorosos de tanto bostezar y en tono de broma, causándole a William un leve media sonrisa.

– Es lo mas probable – dice William siguiéndole el cuento – pero descuida aquí estoy yo para protegerte.

– Que gran consuelo – espeta la joven con sarcasmo – me defenderá un vampiro con fuerza sobre-humana, instintos asesinos y lo mas probable sediento de mi sangre.

– Bueno, con esa actitud no lograras tener a nadie mejor – dice William como ofendido pero cuando Isabel se enserio agrego con media sonrisa – por cosas como estas es que te di ese pequeño morral ¿te acuerdas?

Por primera vez desde que abandonaron la ciudad Isabel se de cuenta que lleva consigo el bolso con la cruz y las demás cosas que le dio William. La pareja dobla a la derecha, luego de pasar dos o tres puertas llegan a la entrada de la habitación 503, William introduce la llave un la cerradura y abre la puerta.

Deja entrar primero a Isabel que enciende la luz. El interior del cuarto es como el de todo hotel de mala muerte que sale en las películas. El piso esta cubierto por un alfombra verde, que ha Isabel se le hizo parecida al color del vomito, un par de camas separadas (no siempre vendrían parejas en plan romántico ¿no?) y un espejo debajo de una mesita y uno que otro mueble.

Isabel agotada se quita el bolso y junto con el resto de su humanidad la tira en una de las camas al azar. William por su parte se sienta en la otra cama para que Isabel pueda verlo.

– No te duermas aun – le dice a Isabel que tiene los ojos cerrados – tienes que hacer algo antes de dejarte llevar por el manto de Morfeo.

– ¿Qué cosa? – dice Isabel mas cansada que molesta. Se incorpora con algo de esfuerzo, se sienta con las piernas cruzadas en la cama, para cuando por fin abre los ojos es cuando William dice muy seriamente.

– Busca en el interior del bolso que te di el frasco de perfume – Isabel con desgana se acerca el bolso y saca luego de tantear un segundo el frasco que no es ni en el más mínimo detalle diferente a una botella de perfume.

– Si aquí esta – dice Isabel con aburrimiento agitando la botella de un lado a otro provocando que William se levante de su cama muy rápidamente. Al notar eso Isabel lanza una enorme sonrisa y apunta el spray al vampiro que simplemente se vuelve a sentar con la típica cara de “haz lo que quieras, no me interesa” – ¿Qué cosa es esto? Acaso una especie de veneno para vampiros. A poco de cae una gota y te mueres.

– En primer lugar te recuerdo que yo ya estoy muerto – dice William – y en segundo si quieres saber que cosa es eso, ponte un poco… descuida – agrega al ver la cara preocupada de Isabel – no es nada radioactivo, nocivo o de ningún peligro químico… al menos para ti.

Con recelo Isabel se acerca el perfume al dorso del brazo y con un cuidado casi exagerado se aplica una minúscula cantidad del contenido del frasco. Aun con mas cautela y un miedo que sobrepasa lo gracioso para allegar a imitar una especie de enfermedad de obsesión-compulsiva. Apenas percibe el aroma del líquido abre los ojos lo más que puede, se endereza y mira a William, como es posible que sea…

– ¿Qué, no esperabas que en un frasco de perfume halla perfume? – es claro que esa pregunta no la hizo William para que la respondieran, agrega antes de que palabra alguna salga de la boca de una atónita Isabel que no sabe si estar sorprendida o verdaderamente idiota por haber confundido un perfume que de paso huele muy bien con acido de batería o algo peor – esencia de flor silvestre para ser mas exacto.

– Pero ¿Por qué?

– Creo que esa pregunta esta de mas pero igual la responderé – dice William – recordaras que hace no mas de cuatro horas te revele que la flor silvestre es uno de los objetos, que por una razón que algún día descubriré, es mi talón de Aquiles. Así que antes de dormir hazme el favor de ponerte un poco de ese perfume, mas específicamente en el área del cuello… es solo por prevención.

– ¿Para que?

– Ninguna prevención para mi no es suficiente – dice William levantándose – es solo Pro si acaso, de todas formas no se me apetece mucho tu… mejor dejémoslo en por si acaso.

– Esta bien, si te hace feliz – dice Isabel, lo menos que quiere ahora es saber que no se le apetece a William de ella.

– Si lo hace, y mucho – se apresura a decir William – ahora, luego de hacer lo que te pedí, duerme. Yo estaré por ahí, quiero que todo este listo para irnos.

– Cálmate, quieres – dice Isabel mientras se quita los zapatos – solo nos quedaremos una noche. A demás creo que Blade no se repondrá tan rápido luego de caer de un carro a 150 kilómetros por hora.

– Ninguna prevención es mucha – dice William que mira como Isabel pone en el suelo el bolso y se arropa.

– Sabes, te he querido preguntar algo desde hace un buen tiempo – dice Isabel mientras se acurruca en su cama – ¿acaso tu no duermes como los vampiros de crepus…?

– Ya entendí – se apresura a responder William – no, yo si duermo. El problema esta que cuando vives durante la noche, cuando las sombras son tu mejor compañera tu reloj interno hace que se accione el interruptor de apagado, por decirlo de alguna forma, durante las horas del día.

– Interesante, pero extraño.

– Tú los has dicho.

William le da la espalda a Isabel camina hacia la puerta y antes de salir de la habitación mira tras de su hombro y dice.

– Recuerda lo que te dije.

– Buenas noches, William – se limita a decir Isabel fastidiada del mismo tema, el vampiro sale de la habitación e Isabel molesta por tener que hacer algo tan absurdo como eso pero mas vale prevenir que lamentar, por lo que se aplica una generosa cantidad de perfume en el cuello, cosa que le provoca unas leves cosquillas.

Apenas puso su cabeza en la almohada quedo atrapada en un profundo sueño.

***

Una ligera brisa que le despeina es lo que por fin la despierta. Y apenas Isabel abre sus ojos que lo ven todo nebuloso se da cuenta que ya no esta ni en la cama, ni en el cuarto de hotel en que durmió esa misma noche.

Apenas su mente logra ordenar sus pensamientos un espectro completo de preguntas la invaden. Se endereza y descubre que no esta acostada, si no sentada. Se acomoda lo mejor que puede en el cómodo asiento, pero para nada recomendable para dormir a juzgar por su ligero dolor de espalda. Las preguntas se agolpan sedientas de respuestas.

¿Qué paso?

¿Qué lugar es este?

Y la mas importante de todas…

– ¿Dónde estoy? – pregunta con un hilo de voz. Aun esta confundida y desorientada pero al menos esa aletargadora sensación de soñolencia se esta aplacando.

– En tu auto – dice una familiar voz masculina, la voz de William. Pero algo era diferente esta vez, su tono es más lejano, extraño y frió como recordaba que era la voz de William – falta poco para que amanezca. No quiero que Blade se nos acerque demasiado, no podemos permitirnos que nos vuelva a encontrar el rastro. Perdón por no despertarte pero ya te he quitado demasiadas cosas como para también arrebatarte las horas de sueño que de seguro necesitas y necesitaras.

Ya en este punto a Isabel comienza a preocuparla la extraña aptitud de William. La brisa que entra por la ventana del carro en movimiento la termina de despertar, se estira lo mejor que puede en el reducido espacio de la cabina de su Ferrari, para luego acomodarse en el asiento del co-piloto mientras que William ni se inmuta.

– ¿Cuánto tiempo llevamos en el camino? – pregunta Isabel extrañada pero interesada por la nueva faceta de William a quien mira fijamente.

– Un par de horas – contesta William sin mirarla.

– ¿De casualidad trajiste del hotel algo para beber? – pregunta Isabel mirando con curiosidad e perfil de William que cambia su expresión tan rápido que apenas pudo darse cuenta.

Como si hubieran oprimido un botón en William, este se crispa y tensa cada parte de su anatomía; acción que asusto a Isabel que, como un acto completamente automático, se hecha hacia atrás hasta que se encuentra con la puerta del auto. William por su parte toma una gran bocanada de aire que le infla el pecho; con lo que logra calmarse, a pesar de que la reacción del vampiro duro poco menos que un segundo fue más que suficiente tiempo para que Isabel se diera cuenta.

– ¿William que te ocurre? – pregunta ella acomodándose en su asiento sin quitarle los ojos encima de William que respira lentamente inflando y desinflado su pecho para relajarse.

– Nada – responde William, esta claro que la joven no le cree, pero también es claro que por el tono el vampiro puso punto final a ese tema.

– Como sea, ¿trajiste algo para comer? – pregunta Isabel peinándose como puede mirándose por el espejo de la visera del carro.

– Por suerte yo siempre pienso en todo… sostén el volante – dice William ocultándose tras su personalidad de siempre. A pesar de ser una criatura más allá de todo lo humano según Isabel, eso no evita que sufra los mismos problemas y contradicciones que todo ser mortal afronta.

Isabel se estira y toma el volante con premura al ver como el vampiro lo suelta. William como si nada busca en los asientos traseros un par de bolsas de papel y un vaso de cartón. Pone las dos cosas en el regazo de Isabel para tomar el volante mientras que la muchacha le lanza una mirada asesina.

– ¿Qué? – pregunta William al mirar la cara de Isabel que luego pasa a las bolsas.

– ¿Wendy’s? – espeta Isabel viendo la cara de la niña sonriente en la bolsa, introduce la mano para encontrarse con que contiene uno de los llamados “combos para desayuno” que sirven hasta las once – aun esta tibio ¿Dónde conseguiste esto?

– En la farmacia – responde con ironía el vampiro – hace como cinco minutos pasamos uno de esos restaurantes.

– ¿Podemos volver? – pregunta Isabel en tono de suplica – una mujer, por mas crisis que estemos pasando, necesita un baño medianamente limpio.

– ¿Para que? – pregunta William – ya tienes tu desayuno… ni se te ocurra

Isabel aun mirando a William lanza el vaso y la bolsa de papel con todo su contenido por la ventana.

– ¿Cuál desayuno? – pregunta Isabel haciéndose la que no sabe nada – yo no veo ningún desayuno.

– ¡Bien! – exclama William derrotado, provocando en la joven un enorme y realizada sonrisa – tu ganas, pero me debes diez euros.

Cuando llegaron al restaurante, unos pocos minutos luego, y tras pedir otro desayuno que esta vez pago Isabel ambos se sentaron cerca de una pared hecha de vidrio que da a la carretera y al flamante auto de la muchacha que destella en su color escarlata. El alba se acerca cada vez más.

– Me extraña que el cajero no se halla dado cuenta que tienes lo ojos rojos – dice Isabel tomando un pequeño manojo de papas fritas con la unta de los dedos.

– Tenía los ojos muy ocupados en ti – dice William como perdido en sus pensamientos – ¿Te puedo hacer una pregunta? – suelta de la nada, mirando a través del vidrio hacia la nada.

– Claro – responde Isabel antes de darle una gran mordida al emparedado de pollo que ordeno.

– ¿Cuál es tu historia? – pregunta sin rebuscar las palabras.

– ¿Para que quieres saber?

– Porque tú lo sabes todo sobre mí – dice William posando de repente la mirada en Isabel que siente como se le erizan los pelitos de la nuca por la profundidad de la mirada del vampiro – te he dicho todo cuanto querías saber, y creo que ahora te toca a ti ser la victima de una entrevista.

– De acuerdo – responde Isabel tragando sorprendida por lo abrupto de la pregunta que le acaban de hacer – ¿Qué quieres saber?

– Como es que una simple joven venezolana llega a España para convertirse en la nueva revelación de la literatura moderna y en la autora mas celebre u publicitada de la actualidad – dice William mirando al interior del alma de Isabel por sus bellos ojos castaños – ¿Qué te llevo a todo esto?

Isabel se enserio, dejo su desayuno a un lado y dijo con la mayor seriedad posible:

– Desde que tenía trece años quería ser escritora – junta las manos y continúa mirando a William a los ojos, esos ojos rojos como la sangre – recuerdo cuando hice mi primer escrito, ahora me parece tan tonto: Era un cuento donde vivía en el futuro y tenia como mejores amigos a Harry Potter y a Hermione Granger. – al recordar ese momento ahora tan lejano la muchacha no puede reprimir una ligera media sonrisa que le ilumina el rostro.

– ¿Cómo paso eso? – pregunta William con media sonrisa.

– No me culpes tenia como diez años cuando lei el primer libro – dice Isabel excusándose – además no había cumplido los doce cuando salio la película, ¿Qué esperabas?

– Yo no he dicho nada – dice William levantando las manos como si le estuvieran apuntando con una pistola – cuando era niño me creía archienemigo de Yugi Moto, pero eso es harina de otro costal; por favor continua.

– Como te iba diciendo – dice Isabel sonriendo.

>> Le di el manuscrito a mi profesora de Castellano y me dijo “Oye Isabel, deberías ser escritora”, ella fue la persona que mas cambio me vida. Con su ayuda pude entrar en un concurso literario antes de terminar el bachillerato y… gane una beca, a pesar de que no quede en primer lugar, si no en tercero.

– ¿Entonces como fue que ganaste la beca? – pregunta William absorto en la historia de Isabel.

– Uno de los jueces me llamo luego del concurso – prosigue Isabel con su relato – era el presidente de una fundación Ibero-venezolana y me dio una beca. Llegue al viejo continente y me hice periodista como la de mejor de mi generación, contrato uno de los periódicos mas prestigiosos de España y como dicen “el resto es historia”.

La dorada luz del sol naciente por fin aparece en el horizonte y pega de lleno en la pareja que entrecierra los ojos para protegerse de ellos pero Isabel nota algo que la deja sin habla.

– William… tus ojos.

De alguna forma los monstruosos y escarlatas ojos de vampiro quedaron atrás para que ahora en el rostro de William estén dos profundos y oscuros ojos negros de destellan con la luz del sol, la prueba de que tras toda maldición esta aunque sea un ápice de humanidad.

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